Un café en Madrid

Vista nocturna de La Gran Vía en Madrid. ESPECIAL
- Placentero paseo
La ciudad de todos, una de las más bellas de España invita a disfrutarla paso a paso
Europa está cambiando con el mundo y Madrid se incluye con una personalidad particular, un afán contestatario y aires de cosmopolita. Su pasado la alcanza con la recuperación de las palabras del poeta Pablo Neruda, es el centro de un país que tiene mucho que decir al mundo. Madrid es la Plaza Mayor, El Rastro, El Museo del Prado y la Plaza de Oriente. La calle de Serrano, Chueca y el mítico Santiago Bernabeú. El flamenco, la Semana Santa y las tapas de la Cava Baja.
Se puede viajar desde México por líneas como Aeroméxico, Iberia y Airfrance. Los vuelos más económicos se encuentran a partir de marzo, en verano las tarifas se elevan de manera exagerada hasta los 25 mil pesos. Su moneda es el euro y su aeropuerto Barajas, mismo que se ubica 15 kilómetros al noroeste y a donde se puede llegar por la línea 8 del metro, que por cierto, es la mejor forma de transporte en la ciudad capital, ya que el servicio es excelente y la ciudad es bastante compacta. La Estación de Atocha es el puerto nuclear de donde se puede partir por tren a diferentes puntos de Europa, España y cercanías de Madrid. Ahí llegan los trenes Eurostar, Ave y la Renfe, por la que se puede viajar a Toledo, la ciudad quijotesca por excelencia. Madrid es la ciudad de las estatuas secretas, hay barrios (en el centro, el de las Letras, Salamanca, etc) en los cuales, el paseante puede mirar ángeles de piedra caídos anónimos en las azoteas de la ciudad, en los edificios de departamentos, al lado del Corte Inglés, adentro de los parques. Ahí pues su “Sirena Varada” de Chillida a la que Franco nunca dejó poner en su lugar, o el “Angel Caído” en el Parque del Retiro un sitio que es pulmón y perfecto punto de encuentro dominical. Es común que los madrileños se den cita a los pies de Felipe III en La Plaza Mayor y más común que los turistas se tomen un buen tinto y un lechón en los restaurantes que la habitan. Sin embargo, es la Plaza de Oriente con su Felipe V la más hermosa de toda la región, la escoltan más de una veintena de estatuas de reyes antiguos –que por momentos recuerdan las imágenes comunes de la antigua Roma– que, según cuentan las leyendas, a deshoras, se bajan de sus pedestales porque necesitan descansar. A la plaza diseñada por Velásquez, le abre camino el Teatro Real y tiene como marco de fondo el Palacio que el mismo Felipe V mandó construir, para ensombrecer a los reyes de toda Europa. Versalles en Francia, le impidió tal hazaña. Sin embargo a un costado del Palacio se levanta devota la Catedral de la Almudena, Virgen de advocación mariana, es la patrona de la ciudad y su nombre proviene del árabe Al Madayna, que significa “la ciudadela”. Sin embargo en una suerte de contrapeso histórico, el paseante puede encontrarse en la misma ciudad y una urbe absolutamente cosmopolita –incluida su versión de los excesos– en el hermoso barrio de Salamanca, donde se ubica la calle de Serrano atiborrada de las mejores marcas como Agatha Ruiz de la Prada en el número 27 o Purificación García el clásico de la modernidad. El barrio tuvo como patrón el marqués de Salamanca, aristócrata que construyó las primeras casas con retrete y ya para la fecha de su muerte, por allá del 1883 las calles se alumbraban con luz eléctrica. El barrio es fascinante por su exclusividad y colindancia con Paseo de Recoletos y la Castellana, avenidas emblemáticas y enclaves específicos de la ciudad. Sobre la calle Ortega y Gaset, las marcas de Gucci, Dior, Burberry, Dolce & Gabana, Armani. Toda una oferta de sofisticación.
En el entronque de Paseo de la Castellana y Gran Vía, (que inició su construcción en 1911) se encuentra el Palacio de Comunicaciones y la fuente de la diosa Cibeles, desde ahí se aprecia la Puerta de Alcalá que fue la entrada principal de la ciudad. Obligada es la visita al Museo del Prado, la pinacoteca más grande del mundo, en sus salas se pueden encontrar piezas de Velázquez, Goya, Tiziano, Tintoretto, El Greco, Francisco de Zurbarán, Rubens, Van Dyck, Rembrandt, Botticelli, Durero. Casi enfrente de este museo, se encuentra el Thyssen Bornemisza. Sobre Paseo de Recoletos, antes o después de visitar estas salas de exhibición, se encuentra el mítico Café Gijón (Calle del Almirante número 30) que data desde 1888 y está catalogado, como uno de los más prestigiosos del mundo (y caro), fundado por un asturiano de nombre Gunmersindo Gómez. La zona con sus jardines, sus avenidas y sus museos, ofrece un paseo gourmet a los viajeros, sin embargo la dinámica de la urbe se puede comprender, es decir, sentir acercándose a barrios como Huertas o la Latina, cuando en la media tarde la cañita (cerveza), con su tapa y su vermut comienzan a correr en las venas de todo el mundo… turistas, agregados, madrileños, fuereños, poetas, anarquistas, trabajadores. Sobre la calle de Tetuán se encuentra la taberna Casa Labra, famosa por su bacalao. No puede faltar el vermut en el Mercado de San Miguel, un paraíso culinario a precios bajos con paredes de cristal. El barrio antiguo árabe que data del Madrid Cristiano, hoy porta el nombre de la Latina y, contiene la calle de la Cava Baja donde se encuentran las mejores ofertas culinarias para conocer la cocina española a precios diversos, clásicos de la ciudad son Casa Lucio (Cava Baja 35) a donde –dicen– va a comer el mismo rey Juan Carlos. No es barato pero se puede encontrar un riquísimo rabo toro, así como huevos rotos, mariscos, carnes asadas y vinos de la Rioja, el dueño del lugar abrió exactamente enfrente un lugar de tapeo para un turismo más informal Casa Lucas, exquisito y alegre, sólo que siempre está lleno. Sobre la calle del Almendro encontramos Almendro 13, taberna popular con un ambiente rústico que invita a merodear el menú y a beber entre amigos. Imprescindible para el adulto joven Juanalaloca (plaza de la Puerta de Moros 4) con su tortilla española, su variedad de vinos, sus mesitas ventaneras que ofrecen una vista de las callejuelas antiguas. Se puede cerrar el día en el Casa Patas (Cañizares 10) uno de los tablaos más importantes de Madrid, que cuenta en su cartel con lo mejor del género.
Hay que parar de vez en vez en algún cafetín, los hay por millares y con diferentes perfiles. Las tardes de otoño de Madrid son la temporada perfecta para mirar el mundo, leer El País o el ABC desde sus ventanas, en sitios como el Café –Restaurante el Espejo en el metro Colón, sobre la calle Recoletos, espacio con perfil intelectual y bohemio que recuerda con su decoración a La Bella Epoca o el Bristol Bar cercano al metro Chueca para quienes gustan del desayuno inglés. A Madrid hay que ir a las bombonerías, una versión rústica de las que existen en Buenos Aires tan rosadas, sin embargo en cualquier barrio donde se encuentren … Chamberí, Malasaña, Conde Duque, Chueca, los Austrias… siempre se tiene la indisoluble sensación de estar en un lugar que ha amasado su pan durante siglos. Hay que ir a sus librerías, a sus churrerías, a su café expreso servido por turcos, rumaníes, americanos. A su Casa del Libro sobre Gran Vía con unas vitrinas grandísimas, en las que siempre da gusto encontrarse con sus grandes: Lorca, Vicente Alexaindre, Miguel Hernández, luego caminar un poco más al centro y tener la certeza de que nos acercamos a la tumba de Cervantes, en el convento de las Trinitarias. O quizá más adelante, nos encontramos con la casa donde vivió el autor y que tiene enfrente una vulgar pizzería. Los domingos, al Rastro, el mercadillo al que Joaquín Sabina la escribió varias memorables. Luego al Museo Reina Sofía que tiene una cafetería y librerías incomparables y tiene obra de Dalí y de Picasso, lo mejor, para muestra El Guernica. Dícese del madrileño que vive como turista, se divierte mucho y duerme poco. Es importante, para conocer esta ciudad a la que los árabes le pusieron Magerit, parar un poco en sus esquinas, en sus almendros, mirar la luz que cae sobre la acera a las once de la mañana, mirar la luz que cae sobre los edificios cuando el invierno se avecina, mirar la luz y escuchar a los parroquianos de los cafés, atender a las voces de su historia en el vaivén de sus calles, de su gente… así, uno entiende cómo y por qué desde aquí, las cosas del futuro–aún en los peores momentos- siempre parecen construir una travesía, reventada de antemano de esperanza.
Dolores Tapia
No hay comentarios:
Publicar un comentario